En compañia de su fiel Firulai, viene desde Ushuaia y va rumbo a Arroyito a visitar a una familia.
Carlos Moreira tiene 41 años y desde hace 20 encontró en el viajar un escape a las adicciones que lo estaban consumiendo.
Desde hace 20 años Carlos Moreira recorre las rutas de Argentina y países vecinos y lo hace en bicicleta. Su historia es de superación, ya que era adicto a la cocaína y, según él mismo dice, la bici fue su terapia para poder dejar las drogas y encontrar su camino.
A sus 41 años sostiene que es la ruta su lugar, ya que no tiene un hogar fijo. Hace ya dos décadas que su vida transcurre en las rutas de Argentina y países vecinos. Es así que lleva recorridos más de 100.000 kilómetros.
Ayer Puntal lo encontró en pleno recorrido por ruta nacional N° 35, a unos tres kilómetros al norte de Huinca Renancó, y lidiando con el frío intenso y el paso feroz de los camiones.
En esta ocasión el hombre viene desde el sur, desde Ushuaia, con destino a Arroyito (Córdoba). Este nuevo recorrido que emprendió a principios de año tiene como fin visitar una familia que lo apoyó en su momento para desistir de las adicciones. Eso fue hace 20 años, cuando se iniciaba en la aventura del ciclismo para recorrer el país.
Hace 20 años que vivo en la ruta. La conozco como la palma de mi mano. Tengo mucha gente conocida, llevo más de 100.000 kilómetros hechos”, comienza a contar.
“Circulo de día y de noche paro en alguna localidad o al costado del camino en carpa. En todo este tiempo nunca tuve un problema”, asegura Carlos, quien a pesar de la pandemia no desistió de su aventura. “Es más difícil porque están las restricciones, pero cumplo todos los protocolos a donde voy y hasta ahora eso me resulta bien”.
A los 19 años la vida de Carlos estaba casi terminada. La cocaína lo había consumido y, según él mismo relata, cayó en la delincuencia. “Hubo una familia de Arroyito que me ayudó a salir y me propusieron esto de la bici, entonces me largué a la ruta y acá estoy”, dice orgulloso.
La historia de Firulai
Pero quien lo ve venir a Carlos seguramente repara en un detalle que no pasa desapercibido. Es que la bici del tipo rural bike transporta un carro de dos ruedas que es habitáculo de Firulai, su mascota, un perro que lleva puesto un chaleco refractario como medida de seguridad.
Firulai es un perro que el hombre encontró en la ruta en muy malas condiciones y ahora son inseparables. “El uno para el otro”, agrega Carlos.
Desde hace tres años acompaña al ciclista en sus recorrido.
“Lo encontré casi muerto en la ruta; había sido atropellado por un vehículo y lo dejaron tirado a su suerte. No entiendo cómo alguien puede hacer algo así. Pensé que no se iba a recuperar porque estaba muy herido, pero lo llevé conmigo y se pudo curar. Desde ese día me acompaña. Él va suelto mirando el campo, es muy tranquilo, me cuida de noche y es muy buena compañía. Cuando yo estoy durmiendo no se acerca nadie”, asegura.
Carlos y Firulai unieron sus destinos y tienen la particularidad de haber atravesado momentos límites y ahora avanzan juntos.
“Todo esto que ves es mi terapia y no me puedo quejar. Me va bien, no necesito nada más que la ruta para seguir. Yo no tengo nada para perder, desde que dejé las drogas, todo lo que viene en mi vida es para ganar”.
Fuente: Cabledigital